martes, 22 de noviembre de 2011

Mi imagen, ¿importa o aporta?

Raquel Colmán, miembro de la Junta Directiva de ADEC. Observo a menudo que la imagen ocupa un lugar muy importante en la escala de prioridades de cada persona y más aún si esta se ubica en un lugar visible de nuestra sociedad. Pasamos mucho tiempo detrás de ella, en especial cuidando aspectos visuales que puedan dar a entender lo que deseamos proyectar. La imagen personal es importante cuidarla, ya que es lo primero que los demás ven de nosotros. Cuando una persona se presenta ante otras, antes de pronunciar una palabra, ya está transmitiendo datos e ideas, aún sin quererlo. Aunque no seamos conscientes, todos proyectamos nuestra personalidad a través de la imagen que ofrecemos al exterior.
Sin embargo, sin darnos cuenta podemos tener una imagen en el trabajo y otra en la familia e incluso entre los amigos, la cual se proyecta hacia los demás como un estilo de grupo y este, posteriormente, se traduce en teorías y argumentos que nos llevan a tomar decisiones sobre las situaciones que vivimos a diario.
El boom de la publicidad masiva en Estados Unidos en los años sesenta llevó a muchas empresas a estimular la venta de sus productos a través de la capacidad de seducción de la imagen, e hizo recobrar el viejo proverbio chino que reconocía que "una imagen vale más que mil palabras".
En los tiempos que vivimos nos quejamos de toda una sobrecarga de falsedades y antivalores que desem- bocan en problemas sociales cada vez más graves, y en donde también ocupa un lugar la imagen de la sociedad, tan vacía y en ocasiones contradictoria. Allí la criticamos con fuerza, solo que esa fuerza no es suficiente para mover o cambiar el rumbo de problemáticas complejas en nuestro país.
Entonces va la pregunta: ¿qué podemos hacer?
Pues bien, debemos mirar en nuestro interior y comenzar a alinear nuestros valores cristianos con los deseos de cambio que tenemos, comenzando por nuestra primera sociedad núcleo, la familia, y ocuparnos de que en ella no se encuentren arraigados condimentos que contribuyan a un futuro que no construye. Pues esencialmente somos imagen y semejanza de un Dios que es amor, misericordia y fortaleza pura.
La regla de oro para transmitir una buena imagen es: "estar a gusto y seguro con uno mismo" y a partir de ello trabajar por el bien común con el testimonio, pues la imagen que proyectemos será el testimonio que atraerá masas para alcanzar cambios significativos.
Debemos definir acciones y reacciones más acordes con una imagen de sociedad más equitativa, fraterna y próspera. Sin culpar a generaciones pasadas, actuales o futuras, más bien analizando las fortalezas de cada una y planificando mejores propuestas con alto grado de convicción y compromiso, y de esa manera nuestra imagen sí aporta y mucho.
Evitemos ser tan poco expresivos ante las injusticias y tan poco participativos, formemos una masa crítica que promueva cambios positivos y rechace todo tipo de incoherencias con fuerza y firmeza.
Tomemos el desafío hoy de mirar cada día en nuestro interior y ser reflejo e imagen de una persona cristiana y por qué no, cambiar actitudes de indiferencia o conformismo y dar una mejor imagen de jóvenes a este Paraguay que tanto nos necesita y que lo necesitamos para contribuir positivamente a los cambios del mundo.

Publicado en el Diario Última Hora - Economía  Página 22    22/11/2011

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